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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

No están contra los casinos, están contra la libertad de decidir

4 de abril de 2016

El alcalde de Valencia, don Juan Ribó, veterano comunista que no ha pasado de Lenin en cuanto a evolución política, ha hecho suya la inquina feroz que la extrema izquierda dispensa al juego. Y con semejante predisposición ha tenido un año entretenidos a los representantes de ARC Resorts el grupo con sede en Singapur que proyectaba crear en  la Marina Real del Puerto un hotel de seis estrellas (categoría inventada por ellos) y un casino. Total: una inversión de mil millones de euros que crearía algunos puestos de trabajo y animaría la oferta lúdica de la ciudad. El señor alcalde ha ido dando largas al asunto mostrando un evidente desinterés por el tema. Mil milloncetes para el camarada Ribó son pecata minuta. Los inversores, hartos de la tomadura de pelo, se han largado con viento fresco en busca de otros horizontes. Y al final de la historieta se ha desvelado el secreto, que no era tal, del porqué no dar respuesta positiva: las críticas al proyecto nacen de la pretendida instalación de un casino, dato que no gusta a las gentes de izquierda. Y llegados a éste punto nos ahorramos las consabidas razones, que no se dicen pero son la causa del rechazo: foco de golfería, gansterismo, prostitución y todas las lacras que quieran sumarse.

Que ésta ojeriza contumaz y pasada de rosca no es privativa del señor Ribó y sus acólitos de Compromís (léase comunistas con nueva etiqueta pero vieja ideología), puesto que se extiende a la izquierda más radical, y en algunos casos también la más tibia, queda patente en múltiples ejemplos.

A raíz del fiasco de Valencia el tema ha sido objeto de debate en tertulias televisivas. Pues bien: determinados tertulianos, que de todo saben y sobre todo adoctrinan, y que no disimulan del pesebre político del que cobran, se muestran partidarios de la decisión del señor Ribó porque eso de un casino, ya me entienden, es nocivo socialmente por aquello de esquilmar los bolsillos del ciudadano y meterlos en un ambiente de golfería y puterío. Y no seguimos.

Esta izquierda montaraz y retrógrada, que todavía no se ha enterado que el muro de Berlín cayó hace muchos años para que los berlineses respirarán el aire de la libertad; ésta izquierda agreste a la que se le paró el reloj de la historia es la misma que armó ruido en Madrid contra la instalación de Eurovegas y la que trata de boicotear Barcelona  World por su declarada aversión hacia el juego.

Dicho todo lo cual queda fielmente retratada una izquierda política, más o menos escorada al extremismo, que es enemiga del juego, de los toros, de las procesiones, de los reyes magos (porque abomina de las monarquías), de los soldaditos y los generales y de no sé cuantas cosas más. Una izquierda que nonos quiere quitar el juego. Lo suyo es más grave: nos pretende arrebatar la libertad para decidir en paz lo que queremos hacer.