Río de Janeiro, con la playa de Copacabana bailando samba entre blancas espumas del océano y un sol de oro como techo; y la megalópolis de Sao Paulo levantando hacia el cielo sus torres que tocan las estrellas y exhibiendo músculo financiero, con exquisitas tiendas de moda para gastar millones de reales; y toda la tradición arquitectónica y folklórica esperándonos en Salvador de Bahía, esmaltada por catedrales e iglesias que desprenden el aroma de una historia que cobra temperatura humana en un paisaje idílico.
Son recuerdos de Brasil que uno guarda en la plaza mayor de la memoria junto a avatares vividos con gentes de tanta relevancia en el juego como Carlos Vázquez Loureda, Joaquín y Jesús Franco y Alejandro Ortiz Fernández. Sin olvidarnos, eso nunca, de una Manuela Jiménez grácil y lírica que ya entonces se las arreglaba para nadar, y salir ilesa, de un mar con abundancia de tiburones.
Me vienen al pensamiento éstos retazos del pasado, que evoco con un cierto poso de añoranza, al tener noticias de que el juego en Brasil parece que discurre por los cauces de una pronta legalización.
Hace años que vienen propagándose informaciones de éste tipo pero, por lo que me apuntan oídos autorizados y personas que están inmersas en el meollo del asunto, ahora el tema está tomando cuerpo y apunta a que va en serio.
Mi amigo Loureda, que se encaramó durante un puñado de años al podio del juego en Argentina hasta que vendió el Grupo Royal, no tenía otra ilusión que hacer negocios en Brasil y disfrutar allí de una existencia plácida frente al azul del mar reflejado en los ojos de una bella mujer. Nunca pudo dar el paso soñado por la inseguridad jurídica que llevó aparejada una etapa y por el posterior cerrojazo a la actividad que llegó después y que prosigue hasta hoy.
Cuando se confirme el retorno de Brasil al mercado del juego, grandísimo mercado por otra parte repleto de posibilidades, ya nos consta que hay hombres y empresas que aguardan en la rampa de salida para alcanzar con celeridad la meta del éxito. Y nosotros no perdemos la esperanza de celebrarlo con ellos en un Brasil de curvas cimbreantes y colorista de un país para gozar y jugar.