En una sociedad democrática, en una economía de libre mercado el empresario está facultado para defender sus intereses allí donde más le convenga. Sin imposiciones o injerencias grupales que se adjudiquen una representatividad mayoritaria que en ocasiones no responde a la realidad. El empresario es dueño de sus destinos e independientemente de que cuando le interese se sume a iniciativas o proyectos compartidos su principal baza es la de gozar de autonomía suficiente para optar por el camino que le resulte más rentable.
Desde hace algún tiempo hay grupos del sector, con peso e influencia, empeñados en elaborar por cuenta propia el calendario anual de actividades. Y señalando a las que se debe acudir, que son las menos y están muy focalizadas, y a las que hay que dar la espalda por aquello de que quienes marcan las directrices y los comportamientos lo consideran oportuno. Las razones para ésta toma de postura son las que esgrimen los que llevan la voz cantante en éste coro empresarial, entre las que no dejan de existir opiniones discordantes que callan para subordinarse a los criterios dominantes o que simplemente son silenciadas.
Los que hemos sufrido en las propias carnes los efectos demoledores de éstos vetos o consignas aplicadas por decisión testicular denunciamos éstas prácticas de sesgo totalitario. El empresario a título individual no tiene porque plegarse a recomendaciones que le resten capacidad de maniobra o sean perjudiciales para sus planes de actuación y desarrollo. En éste sentido son sus políticas las que están llamadas a fijar su rumbo de acuerdo con unos objetivos previamente fijados.
Conclusión: que cada empresa haga lo que le venga en gana en base a unos criterios individuales. Que se decante por escuchar la llamada que calcule más beneficiosa para su negocio. Y por descontado que, si así lo desea, se sume a los designios corporativos. Pero sin presiones y ateniéndose a su voluntad de decidir libremente. Lo demás es pura imposición, ordeno y mando. Que atenta contra el concepto que tenemos de libertad. Es mi opinión, por supuesto que sí.