A la dificultad de ser el último fabricante de futbolines de la Comunitat Valenciana, Agustín Navarro, carpintero desde adolescente, afronta un nuevo reto que no entraba en sus planes: empezar de cero después de que su nave, en la zona industrial de Paiporta, quedara anegada por la dana.
«Es un trabajo que he hecho toda la vida. Desde los 16 años, hace ya 40. Pensé que se había acabado la historia de hacer futbolines, pero aquí estamos… peleando», apunta en declaraciones a EFE acompañado de dos amigos que le están ayudando a poner a punto el negocio. Es una mañana especialmente importante: viene el perito a calibrar las pérdidas que causó la catástrofe del 29 de octubre.
La fábrica impresiona por el nivel de limpieza que presenta, dentro de las circunstancias. De hecho se encuentra ubicada en el número 14 de la calle Maximiliano Thous de Paiporta, donde caminar todavía se hace difícil debido a la altura que sigue alcanzando la mezcla de barro y lodo.
Los futbolines que ha conseguido salvar presentan un estado decente a simple vista, pero el carpintero es claro: «A ojo parece que está bien, porque ya está limpio, pero si levanto la primera madera está todo mojado y carcomido por dentro, igual que las patas», lamenta Navarro, que, como con su negocio, busca una vía intermedia: quizá a alguien le interese así por un precio menor.
Preguntado por esas pérdidas que ahora medirá un profesional del peritaje, Navarro hace un cálculo somero basándose en los futbolines que ya no podrá vender, sin contar con los gastos que deberá hacer en maquinaria: «Tenía unos quince apalabrados hasta las navidades, a unos 1.000 o 1.200 euros cada uno, pues…».
Y se acuerda también de los daños que ha sufrido el portón principal de la nave: «Ahí solo se te van unos 5.000», apunta resignado.
Dejarlo todo
Aunque admite que en un primer momento tuvo el impulso de dejarlo todo, ha limpiado a conciencia su nave con ayuda de voluntarios y, sobre todo, de amigos. Ahora lucha por salvar cualquier atisbo de madera o herramientas que puedan tener una segunda vida, aunque debe ser cauto, ya que la tierra y el barro acumulado en los tablones que ha podido secar podría dañar las cuchillas de las sierras.
Cuando abrió la puerta de su nave tras la riada, los tablones y los futbolines se habían convertido en una masa prácticamente homogénea enfangada que se entremezclaba con la maquinaria.
Sobre esas herramientas, señala que ahora está centrado en cambiarles los rodamientos y las poleas para ver si puede estirar un poco su vida. Renovar todos los útiles desde cero, aunque sea acudiendo al mercado de segunda mano, le supondría como poco unos 50.000 euros.
Todo perdido… hasta Navidad
Sus preguntas eran naturales: «¿Puede seguir funcionando el negocio? ¿Cuándo volver?». De momento Navarro da todo por perdido… hasta Navidad e insiste en no bajar los brazos: «A ver si para el año que viene esto va tirando», aventura.
Sobre las ayudas es algo escéptico, pero sí afirma haber recibido las de carácter privado puestas en marcha por el dueño de Mercadona, Juan Roig, cuya condición le dijeron que era continuar con el negocio.
«Sí que me va a ayudar eso. Me dijeron que me la daban si continuaba y les dije que sí, que sí que iba a estar, que es un trabajo que he hecho toda mi vida», resume.
Con todo, y frente a la tentación de tener 56 años y abandonar el negocio, Agustín Navarro y sus obras de madera resisten: aún le quedan un par de goles por marcar, aunque sea en el descuento. Foto: Manuel Bruque