Con tan solo 20 años Alex se vio envuelto en mundo de adicciones y deudas. Su trabajo como vendedor de lotería llevó al joven gijonés a adentrarse en una espiral de adicción en torno al los juegos de azar. Su mayor enemigo, los rascas. Ahora, con treinta años, gracias a la terapia y al apoyo de su entorno más cercano, Alex se recupera positivamente: «llevo cerca de dos años sin jugar». Además, el joven asturiano ha comenzado este año a estudiar el grado de Psicología con el objetivo «de poder ayudar a otros».
Alex, natural de Gijón, sufre una discapacidad visual. La falta de formación en algún área profesional, le llevaron a trabajar como vendedor de cupones de la ONCE a los 20 años. «Los primeros años todo era normal, pero con 22 o 23 años comencé a jugar a los rascas». Un juego inocente que derivó en una gran adicción de la que aún a día de hoy se está recuperando.
La gran variedad de juegos de rascas que iban entrando como novedad a los quioscos de la ONCE supuso la perdición de nuestro protagonista. «Cuando empecé a trabajar en la ONCE solo había un tipo de rasca, lo demás no era lotería instantánea, pero la variedad ha ido aumentando». Y es que saber al momento si era el ganador o no del premio generaba en Alex una adrenalina que hacía que no pudiera parar de jugar. «Yo no miraba para los cupones, no me llamaban la atención. El rasca, al ser tan instantáneo era muy adictivo».
«Empecé cogiendo alguno suelto, pensando que no era mucho. Pero luego es cuando empiezas a jugar para recuperar el dinero». La aparición de los rascas virtuales supuso un nuevo bache para el gijonés. «Me llegué a crear una cuenta online en la página de ONCE. Me estaba metiendo en algo más crítico. Ahora, ya ni siquiera tenía que salir de casa para jugar».
Su profesión de aquel entonces no facilitaba la situación. «Como vendedor, me llevaba todos los productos a casa, tenía al enemigo en casa. Eso me generaba mucho estrés y ansiedad». La llegada de la pandemia fue otro de los momentos críticos en la adicción de Alex. «El confinamiento fue un chispazo, se convirtió en otro de los detonantes porque tenía mucho tiempo y no tenía nada que hacer por lo que me dedicaba al juego».
A su adicción a los rascas se empezaron a sumar otro tipo de juegos de azar. «Empecé con las quinielas y las apuestas deportivas, algo que nunca antes había echado, pero son costumbres que vas incorporando y, de repente, empiezas a estar pendiente todo el rato de esto. A veces, ni siquiera miraba si me habían tocado, simplemente las echaba por echar».
Al preguntarle a Alex cuánto dinero podía invertir en un solo día en sus apuestas, el gijonés aclara que «no se trata de cantidad. No es más ludópata el que más gasta. El verdadero problema es el malestar y la ansiedad que el juego te genera. Si un multimillonario invierte un millón en juegos quizá no le suponga ninguna preocupación. Las apuestas se convierten en un problema cuando te crea una necesidad, cuando lo único que piensas al acostarte es que al día siguiente te tienes que levantar para volver a jugar».
Los desajustes en las cuentas y los problemas económicos del joven comenzaron a levantar las sospechas de su entorno y del propio Alex. «Me di cuenta de que algo no iba bien. Muchas veces me engañaba a mi mismo, pero al final las cuentas no cuadraban. Mi familia también empezó a sospechar». Fue este el momento en el que el joven gijonés tomó la decisión. «Quise dar el primer paso, reconocer que tenía un problema y que necesitaba ayuda». Para ello acudió a LARPA, una asociación de auto-ayuda asturiana en la que se trata la adicción a los juegos de azar y con quienes aún a día de hoy continúa su recuperación.
El apoyo psicológico y las terapias en grupo han sido los puntos claves para su salida de la adicción. «Te das cuenta de que hay más gente que se encuentra en la misma situación que tú. Incluso, me he llegado a encontrar con antiguos compañeros de la ONCE».
En este momento, Alex continúa pagando la deuda que generó a través de sus apuestas, aunque no llegó a deber dinero a la ONCE, «si tenía un montón de préstamos abiertos». Por suerte, al gijonés se le ha aplicado la ley de la segunda oportunidad y gran parte de su deuda se ha visto liquidada. «Ahora intento salir adelante y hacer las cosas bien». lavozdeasturias