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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Los jóvenes y el Rasca

27 de septiembre de 2024

En Bélgica han mostrado su preocupación creciente por el hecho de que uno de cada tres jóvenes compra una tarjeta Rasca y gana. Y esto acrecienta el interés, y las posibilidades de adicción, de un sector juvenil que viene haciendo del cupón del Rasca un producto de consumo generalizado con los peligros que ello conlleva.

Esto acontece en Bélgica y por razón tan alarmante han surgido voces solicitando atención al problema y adopción de las medidas necesarias para evitar males mayores. En España, por contra, no parece existir la menor inquietud al respecto. Al menos no se encienden públicamente luces de emergencia para abordar el asunto y tratar de analizar la situación y si se debe actuar o no en función de los indicios más o menos alarmantes que se observen sobre ésta modalidad de juego y sus consecuencias sociales.

En Bélgica se habla del tema y aquí se calla por el hecho de que en España los juegos públicos o semi, caso de la ONCE, se consideran tan buenos, tan blancos e inofensivos como intocables. Es la política que se aplica desde las propias administraciones públicas que no se ocupa para nada de analizar las repercusiones de los juegos de Loterías o los Ciegos que cuentan de antemano con el respaldo y consideración de los gobiernos.

Las adicciones, las patologías, los enganches se circunscriben en España exclusivamente a bingos, casinos, salones y máquinas. Hasta el bar es objeto de anatema por tener una maquinita funcionando. Se vuelca todo el malditismo posible, y más, sobre éstas prácticas de azar. ¿ Que en Bruselas existe una inquietud creciente por el impacto de la tarjeta Rasca en la juventud ?

Aquí ni se comparte ni se comenta y mucho menos es objeto de preocupación. Aquí no cesan de aflorar al mercado productos agresivos de la ONCE y se admiten con la mayor naturalidad. Y los jóvenes se suman al interés del Rasca sin que suceda nada. Vía libre para los públicos y semi sin que duelan prendas. Y condena a los infiernos a los otros. Fariseismo e inmoralidad se llama éso.