Un lector me reprocha haber dejado de escribir sobre cuestiones políticas. Le respondo que lo más aconsejable en las circunstancias actuales es no buscarse más enemigos de los habituales, que nunca han faltado. Chitón. La receta resulta indicada para alejar los soponcios, preservar de sobresaltos el sistema nervioso y evitar que te suba la tensión. Para alcanzar éste estado de semiplacidez es conveniente no poner los telediarios de las cadenas amigas, del gobierno por supuesto. Ni leer la prensa del movimiento, del actual, no del franquismo. Ni asomarte a las tertulias protagonizadas por los que están asalariados de uno y de otro lado.
Si consigues ésa especie de aislamiento espiritual, más allá del mundanal ruido político, seguro que ganas mejorando tu salud física y mental, y lo que es más importante: estás en paz contigo mismo y no sujeto a los sobresaltos del día a día, a la ira que provocan los desmanes que se perpetran, al cabreo permanente que te origina tanta mentira, desfachatez e ignominia desprendidos de las actuaciones de los padres de la patria, de los que gobiernan y del resto de acólitos.
Chitón. Me lo indica mi preparador personal, que lo tengo aunque les parezca raro. Y bajo su experta tutela me dedico a pasear por el bosque, oír cantar a los pajaritos y caminar hasta perderme por la arboleda y no saber ni donde estoy ni hacia que sitio voy. Todo muchísimo más saludable que correr el riesgo de atrofiarte mentalmente ante el espectáculo risible, que en el fondo invita al lloro a moco tendido, de una clase política mediocre, indocta, trincona y no merecedora de consideración alguna.
Un panorama como el descrito, que el que no lo vea así debe citarse con el oculista de urgencia, reclama de un chitón enérgico y más que saludable. Y luego ya sabe: tumbarse al sol de la placidez y olvidarse de los disgustos. Es muy triste pero no queda otra. De lo contrario el bilis se acumula y el mal humor aumenta. Demasiado para mi edad.