Lo de Navarra no es políticamente serio ni tiene un pase desde la perspectiva del buen juicio y el sentido de la equidad. El gobierno navarro no puede practicar por capricho el efecto sorpresa y descolgarse un día sacándose de la manga, izquierda supongo, una disposición que recorta en tres horas, han leído bien tres horas, el funcionamiento de salones y locales de apuestas. Y lo hace con el distingo de ser una medida exclusiva, en definitiva por tratarse del juego. A partir de ahí, sin más miramientos, ni más estudios, ni más repercusiones se trata de desandar lo andado. De retroceder un trecho más que considerable, lesionando unos intereses claros que afectan a empresarios y empleados.
Antes de adoptar una decisión de ésta trascendencia digo yo que lo que cabe, lo que procede es dar razones de peso, conclusiones basadas en análisis fidedignos, informaciones contrastadas que apoyen la gravedad de la medida que se trata de aplicar. No tengo noticias de que el gobierno de Navarra respalde su decreto con los enunciados anteriormente expuestos. Que pasan igualmente por unas negociaciones con las partes afectadas que van a ser, en definitiva, las paganas de una actitud política tan drástica, tan restrictiva, tan involucionista.
Que yo sepa los salones y locales de apuestas han dotado de múltiples recursos sus sistemas de seguridad y control de acceso. Y sus profesionales disponen de la preparación imprescindible para atajar cualquier incidente. Supongo que en Navarra éstas circunstancias se darán de pleno. Por lo que no acabo de entender es la salida de tono de su gobierno cercenando un avance y aplicando el freno y la marcha atrás al normal funcionamiento de los salones y locales de apuestas. Eso es jugar sucio con empresas y trabajadores y abocar a unos negocios, por capricho ideológico, a la reducción de ingresos y la pérdida de empleos. Jugar con el pan de unos y otros, promover el retroceso regulatorio, desacredita políticamente a los autores del golpe bajo. Que son los miembros del gobierno de Navarra.