Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Periódicos

16 de abril de 2024

He sido un lector asiduo de periódicos. Desde mi muy temprana juventud devoraba cuantos diarios caían en mis manos. Gracias a aquéllas lecturas me fui formando y despertó en mí la pasión periodística. Me sorprendían y hacían feliz las columnas de González Ruano en ABC, aderezadas de lirismo y melancolía, llenas de una brillantez metafórica inigualable. Y seguía las crónicas políticas de José María Masip, las críticas teatrales de Alfredo Marqueríe y Enrique Llovet, las cinematográficas de Donald ( Miguel Pérez Ferrero ) y me deslumbraba el magisterio literario de Luis Calvo. También compraba el vespertino Pueblo para empaparme de la mordacidad de Emilio Romero, ácido y soberbio, pero extraordinario periodista. Creó escuela y junto a él dejaron constancia de sus cualidades un plantel de jóvenes que fueron figuras de la profesión: Hermida, Yale, Tico Medina, Raúl del Pozo, Carmen Rigalt. Allí empezaba a publicar unos apuntes con mucho contenido poético un joven Antonio Gala que posteriormente alcanzó la fama como dramaturgo y luego novelista.

Aquél universo periodístico era todo un lujo para el lector que quedaba prendado de unos artículos escritos con un lenguaje que era pura orfebrería, tan bien trenzados como capaces de provocar las más íntimas emociones, de hacerte sentir y pensar sobre el contenido de un pequeño torrente de palabras que contenían lecciones de vida y daban pie a la enseñanza, al enriquecimiento individual.

Tuve una época que compraba tres periódicos al día. Ahora sólo uno, ABC, y por leer a Ignacio Camacho, último representante de una generación ya perdida que no ha encontrado herederos. Y en medio queda la grandísima ausencia de un magistral Paco Umbral, que ilumino como nadie lo ha hecho las páginas más sugestivas del periodismo español.

Me acuerdo de José Ombuena, pluma culta con fino sentido del humor, que abrió Las Provincias a mis crónicas de Valencia y me embarga un profundo desaliento al constatar la existencia de un periodismo y unos periódicos que se olvidaron de la calidad y perdieron, quizás para siempre, el espíritu literario que anidó tradicionalmente en la prensa escrita. Y que al parecer nos dijo adiós para no volver.