Autor

EL OJO INDISCRETO Jose Ignacio Ferrer

El cansino de Chóliz

22 de febrero de 2024

El mismo sector demanda estudios elaborados por profesionales de la salud mental que arrojen datos sobre las adicciones sin sustancia y concretamente la ludopatía. Esas investigaciones contribuirán a mejorar las políticas de juego responsable y otorgarán validez empírica para desmontar determinadas «leyendas urbanas» que han mancillado a nuestra industria. Los datos y conclusiones académicas serán empleados para contrarrestar proyectos normativos excesivamente prohibicionistas.

El sector vela por la protección al jugador. Una actividad empresarial hiperregulada y sometida a controles férreos con el objetivo de resguardar la integridad de menores y autoprohibidos. Las aportaciones de los especialistas son muy bien recibidas siempre y cuando no destilen una sesgo aniquilador como en el caso del psicólogo de la Universidad de Valencia, Mariano Chóliz.

En un reportaje en un diario digital valenciano – el mismo al que acudieran algunas asociaciones del sector montando unos desayunos informativos con la Administración con el fin de rebajar la crudeza de un texto normativo que nunca mitigó su impacto – el bueno de Chóliz desbarra sin pudor. «Las loterías y quinielas son los juegos en los que la población en general participa más, tienen un potencial adictivo mucho menor que el que tienen los juegos electrónicos (máquinas tragaperras o de apuestas), el juego online o incluso el bingo». Está comprobado el poder adictivo de los Rascas – al que los menores se acercan con descaro – y mencionar el potencial adictivo del bingo casi parece un chiste malo.

Su cruzada contra el juego privado y obsesión de exterminio queda otra vez patente cuando conmina a los Gobiernos autonómicos a «sacar las máquinas de una vez de los bares». Unas máquinas que llevan años siendo parte de la fisonomía de la hostelería y que pienso que si hubieran sido tan perniciosas no se permitiría su explotación. Esta afirmación, siguiendo los postulados de Chóliz, sería como acabar con los gimnasios porque existen casos de vigorexia, suprimir las bebidas alcohólicas de pubs y bares por aquellos que padecen alcoholismo o establecer el estado de castidad supremo para reducir la adicción al sexo.

Choca que un profesional de la salud mental siembre sus intervenciones con argumentos basados en la proscripción y la lucha desaforada por acabar con una forma de ocio y entretenimiento para muchos (los que más). Cansa y preocupa, la verdad.