Con el camelo del feminismo en lo tocante al lenguaje estamos llegando a extremos disparatados. La presidenta del Congreso, Francina Armengol, la que ha impuesto por ovarios las lenguas regionales en el parlamento, ha distribuido entre sus señorías una serie de recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje en la Administración. Indica que se evite emplear el masculino genérico tan ampliamente aceptado por economía de la lengua. Entre otros ejemplos recomienda sustituir el presidente por la presidencia; los funcionarios por el funcionariado; los empleados por el personal; los ciudadanos por la ciudadanía y el hombre por el ser humano. Y así y de carrerilla hasta docenas de gilipolleces.
La Real Academia Española de la Lengua (RAE), que digo yo que del tema sabe algo, ha montado en cólera por semejante disparate, calificando las recomendaciones lingüísticas de la presidencia de las Cortes como una incoherencia tan chocante como el informe que las avala. Afirma la RAE que «este gesto imperativo es propio de políticas autocráticas porque el lenguaje no se impone y hay que observar con respeto el uso que hacen de ella los hablantes.»
El varapalo académico a la muy ignorante titular del parlamento y tercera autoridad del estado denota hasta que punto las medidas gubernamentales y de sus afines nos llevan a procedimientos dictatoriales. Aquí se está llegando en los muy diversos ámbitos de la vida política al ordeno y mando. Y para aplicar a rajatabla las teorías dimanadas del poder se traspasan los límites que hagan falta sin el menor rubor y con toda la cara.
Lo del lenguaje no sexista por cocos, a la que se apunta una derecha habitualmente cobardona, es prueba inequívoca de hasta que extremo nos están cambiando los hábitos de vida una panda de mediocres que intelectualmente hablando están en la casilla del suspenso. ¿ Y semejantes tipos nos exigen como hay que hablar ? Me quedo con Fernando Fernán Gómez: ¡ váyanse a la mierda !