Las gentes del juego valenciano conocen en su mayoría muy bien la Marisquería Santa Cruz. Templo del bien comer a lo grande, donde apreciar la calidad de los productos del mar y disfrutar de sus delicias, sin perder de vista la oportunidad de saborear un gazpacho marinero, santo y seña de la casa, que no se hace en ningún sitio como allí. Me confieso adicto de Santa Cruz desde hace medio siglo y hasta el local he llevado a lo largo de los años a otros amigos procedentes de distintas comunidades que me han felicitado después de la visita. Gambas, cigalas y quisquillas han quedado grabadas por su sabor en la memoria gastronómica de los invitados.
Hablo de Santa Cruz por venir del sepelio de Javier Alfonso, que junto a su hermano Carlos, actual responsable de la sociedad, estuvo en la marisquería por espacio de muchos años. Era Javi, como le conocíamos familiarmente, un tipo afable, excelente relaciones públicas que, como buen vendedor, sabía lo que tenía que recomendar al cliente, a cuya inmensa mayoría trataba de manera asidua , por lo que estaba al tanto de sus preferencias y sus debilidades culinarias.
Una enfermedad le apartó bastante tiempo atrás de la primera línea de servicio. Conversé con él en alguna que otra ocasión y conservaba intactas sus dotes para la empatía y su sentido del humor. Sigo frecuentando Marisquería Santa Cruz porque con Carlos Alfonso y con su impagable esposa Micaela ( Miky siempre solícita ) me siento muy arropado, como en mi propia casa. Y por razón tan convincente no he querido dejar de decirle mi último adiós a Javi, que me contaba cuando, en su época de juventud, se desplazaba hasta el cercano cine Español y se fumaba sus primeros cigarrillos Chesterfield, algo que entonces estaba al alcance de muy pocos.
Excelente tipo Javi Alfonso que permanecerá para siempre ligado a mi vida gastronómica, de los mariscos y los afectos, en los que él tiene en mí memoria un lugar destacado.