Las felicitaciones siempre son de agradecer. De manera particular cuando son sinceras, cuando nacen del fondo de corazones que se abren al calor de la amistad y los sentimientos que ennoblecen al individuo. A mí me han llegado de forma muy efusiva con motivo de EXPOJOC. Y debo confesar que me han sido expresadas no por mi condición de artífice del evento, del que no he sido ni colaborador necesario, si no por progenitor de quién impulsó el proyecto, lo engrandeció y consolido y luego tuvo la visión suficiente para atisbar el horizonte y mostrarse presto en el cambio de formato: José Ignacio Ferrer es el padre único de la criatura y quién se ha encargado de amamantarla y cuidar de su crecimiento y consolidación.
Tras éste pórtico justificativo de mi nulo protagonismo en EXPOJOC, debo dejar paso a las muestras de reconocimiento recibidas por el rotundo éxito alcanzado por EXPOJOC con ocasión de su transformación y su nueva y recién estrenada imagen.
Amigos del alma, como el embajador de Sevilla en el mundo, Ignacio Benítez, me han expresado su contento y satisfacción por el triunfo de EXPOJOC. Otro tanto hay que decir de las emocionadas palabras de Javier Franch un capitan del bingo siempre oteando el horizonte. O del brindis que por la muestra me propuso Carlos Lax, con champagne de las burbujas mágicas. También Manuela Jiménez me resaltó la magnificencia del marco y lo cuidado de su realización. Y Antonio Ayala que me hizo partícipe de su entusiasmo sincero ante el giro operado. Han sido múltiples los testimonios recibidos y no puedo extenderme demasiado porque resultaría cansino hacerlo. A todos y en nombre del actor principal: gracias y abrazos sentidos.