Un día nos llega la noticia del desmantelamiento de un bingo pirata en Málaga. Y sin tiempo para reponernos del susto que provocan en las gentes de orden éstas prácticas fraudulentas nos enteramos del desmantelamiento de un casino ilegal en Sevilla donde parece que se jugaba fuerte al póker con servicio de camareros incluído para que no faltara ningún detalle. Las formas, aunque se escapen de la legalidad, hay que cuidarlas.
Al hilo del destape de éstas acciones merecedoras de escarmiento se desprenden dos hipótesis: O en Andalucía se cultiva más de la cuenta el juego chungo, el propio del cine negro y los ambientes sombríos. El de los facinerosos de película, los guiños, las trampas y los prestamistas que arruinan a los perdedores por una parte. Y la de los polis listos, con el ojo bien abierto, los confidentes largando y los maderos en posición de alerta máxima para conseguir abortar en un plis plas todo amago de juego clandestino.
Puede no digo que no que ambas teorías se ajusten a la realidad de los hechos que tienen Andalucía por escenario principal en lo tocante al juego protagonizado por tipos sin escrúpulos acostumbrados a saltarse la ley a la torera. Lo que confirmaría que en territorio andaluz los chiringuitos dedicados al matute abundan lo suyo y están por encima de la media. Entre otras razones porque la comunidad es muy grande y da para ello. Pero frente ésta plaga de destacados indeseables está la legión de profesionales que velan por la seguridad ciudadana, por la tranquilidad de todos, y también de los empresarios dedicados al bingo, al casino o al salón que están fritos a impuestos y que necesitan del concurso de polis avezados, diestros en la detección de golferas dedicados al hagan juego, continuamos para bingo y que tienen las cartas marcadas para asestarles ése golpe certero que acaba echando la puerta abajo del tinglado fraudulento.
El que no se consuela es por que no quiere. Al final habrá que felicitarse por el regalo que supone contar con una policía preparada y eficaz que sorprende con las cartas y los cartones en la mano a los sinvergüenzas que hacen del juego clandestino su modus operandi. Y que en Andalucía, hay que admitirlo también, abunden más de la cuenta.