No digo que no haya que consumir, Dios me libre de semejante recomendación. Que cada uno consuma lo que le permita su bolsillo y le aconsejen sus apetencias, faltaría más. Aunque en algunos aspectos no lo parezca estamos en una sociedad libre donde cada cual puede hacer de su capa un sayo, pero eso sí: sin molestar demasiado a los de arriba, que son muy sensibles y las críticas muy ácidas les molestan un montón.
Escribo consumo fuera refiriéndome al ministerio del mismo nombre que Feijóo anticipa que suprimirá si gobierna. No podía ser de otro modo porque éste ministerio elevado a la categoría de tal para que su titular pudiera dormir la siesta sin sobresaltos es un departamento como de juguete para el entretenimiento exclusivo del que lleva las riendas.
España es el único país de Europa, al menos creo yo, que ha diseñado ministerios a la medida de individuos o individuas concretos. Departamentos con escasísimas tareas a desarrollar pero en los que han tenido cabida cientos de enchufados, que en la mayoría no saben lo que es trabajar en la empresa privada, pero que se han mostrado diestros a la hora de apalancarse en unos puestos muy bien regados de dinero público. Para salarios y para promover ideítas que son de partirse de risa. Ni los nenes de párvulos se atreven a tamaños dislates.
Volviendo al principio lo de consumo ministerio ha sido una tomadura de pelo, una noche de pesadilla, un darle a un cabeza de chorlito la oportunidad de ejercitarse en el disparate, que de tanto aplicarse ha pasado a ser maestro. Consumo es una muestra de como estirar el concepto de administración para quedar bien con aquéllos que trincan, parece que lo olvidan, de los bolsillos de los españolitos con el encargo, como en el caso que nos ocupa, no sólo de no hacer nada sino, además, de hacer el payaso. Lo dicho: consumo fuera, según Feijóo.