Las máquinas recreativas instaladas en los bares de manera primordial pagaron un peaje altísimo con motivo del Covid-19. Meses sin funcionar y la vuelta a una normalidad que en ningún momento tuvo la condición de tal provocaron una crisis de caballo que desembocó en numerosas bajas de instalaciones y el cierre de muchos bares y cafeterías. Con posterioridad hasta desembocar en el día de hoy las cosas no discurren por caminos más fáciles si no todo lo contrario. La economía no marcha, ni mucho menos, de acuerdo con las previsiones del gobierno. Los precios se han disparado, la cesta de la compra ha subido de forma inasumible para las clases medias y trabajadoras y son millones las familias las que están en estado precario y al borde de la indigencia.
Con ésa radiografía social de la España de hoy, ¿ que cabe esperar de la situación del juego en general y de las máquinas muy en particular ? Pues lo que se desprende es un panorama crítico, con las máquinas de los bares ofreciendo una regresión brutal, con la acumulación de bajas por inactividad manifiesta y con la consiguiente repercusión para la industria del recreativo cuyos fabricantes registran una cartera de pedidos muy limitada cuando no puesta a cero.
El recreativo atraviesa una fase negra que lejos de aclararse amenaza con empeorar. La crisis es de tamaño colosal y el que no quiera verlo debe ir a la óptica de urgencia. O las administraciones se convencen de que se impone con urgencia una marcha atrás profunda en materia tributaria o el sector lo pagará, lo está haciendo ya, con cierres de muchas medianas y pequeñas empresas, abolición de puestos de trabajo y la hostelería bajando la puerta de miles de bares. Postal dramática que es real.