El conseller de Hacienda de la Comunidad Valenciana presumía recientemente de tener la Ley de Juego más restrictiva de España. Y olé. Y ahora sale el presidente de la Xunta de Galicia y dice que su proyecto de Ley está en la vanguardia española en cuanto a restricciones se refiere. Y más aplausos. Y para acabar de rematar la faena anuncia que los ayuntamientos están facultados para intervenir en lo concerniente a aperturas de locales de juego. Como puede constatarse todo son facilidades administrativas para que el juego se desarrolle por los cauces de la normalidad.
Lo siento por tener que repetirme. Lo del juego y su tratamiento político es una muestra más, por si no habían ya suficientes, de la escasa sesera de la mayoría de nuestros gobernantes. De su falta de ideas propias, de su tendencia a subirse al carro del populismo para no quedarse rezagados respecto a lo que vende el oponente. Aquí se está escenificando un juego de tronos con las prácticas de azar. De lo que se trata es de ver que administración se hace con el cetro que la identifica como la que más prohíbe, más exige, más sanciona y más problemas crea para ir minando o acabando con los negocios del juego privado. Es así de triste, de injusto y denunciable.
No hay elementos que justifiquen ésos ataques desmedidos contra la industria. Ni estudios serios que certifiquen que España es una timba nacional con miles de adictos. Lo que sucede es que estamos en el furgón de cola europeo en cuanto a patologías del juego. El dato no sirve. Lo que prima y a lo que hay que sumarse es al palo duro contra el juego. Todos en vanguardia del populismo político más lerdo y carente de talla que hemos conocido en años.