En ésto del juego nos han contado muchos cuentos. Nos han vendido relatos que no pasaron de la mera fantasía, de la mentira envuelta en papel de plata, de la quimera del oro trasladada al sector. De pronto aparecía por aquí un magnate, o un embaucador, o un chisgarabís y nos abría los ojos de par en par asombrándonos con sus megaproyectos. Previamente se había elegido un paisaje y el papá noel de turno situaba allí la tira de casinos, hoteles, comercios, zonas de recreo y un sinfín de alicientes.
Y empezaba el baile de los millones de inversión, de los puestos de trabajo por miles, de los ingresos por miles de millones. Y el personal, salvo los escépticos como yo y unos pocos, quedaba atrapado en ése sueño mágico y reparador que nos traía el tren de la felicidad, del empleo, del dinero fresco que caería en catarata merced al milagro económico realizado por los dones del mago financiero de turno o del cantamañanas de ocasión experimentado en la venta de humo.
He oído muchos cuentos de nunca acabar desde el famoso EuroVegas y otros que se fueron sucediendo en cadena y nos dibujaban un nudo narrativo deslumbrante ante el que autoridades y personal caían rendidos. Aquello era lo de "Bienvenido Mister Marshall", sin guion de Berlanga y Azcona, pero trasplantado al juego. Lo tremendo es que, después de sembrar tanta ilusión, de vender tantos sueños, de comer tantas cabezas, de provocar decepciones sin tasa y sin el menor escrúpulo, los artífices de los relatos engañosos pasaron de largo de nuestras tierras y de nuestras ilusiones tal y como hicieron en la película del maestro Berlanga.
No sé, ni me interesa demasiado, sí lo de Hard Rock en Cataluña saldrá adelante. De entrada me da la impresión que se están barajando datos y cifras propios de capítulos de Las Mil y una Noches. Ya saben: por fabular que no quede. Luego llega el triste despertar acompañado del ridículo de los políticos de turno y se dibuja la cara de tontos en los rostros de quienes se dejaron atrapar por los embaucadores que hacen de la magia una mercancía de muy fácil venta. Veremos en lo que queda el último cuento, la última fantasía.