No lo digo yo. Lo comentó recientemente el presidente de Aragón, Javier Lambán, socialista por más señas: "El ministro Garzón últimamente no hace nada.”
Creo que no hay un sentido crítico en las palabras de Lambán. Pienso que lo que expresa es extrañeza. El mandamás aragonés estaba acostumbrado a la larga agenda del titular de Consumo. A sus comparecencias periodísticas. A sus recomendaciones a los ciudadanos. A sus trabajos intensos y extenuantes. Y por éso le ha llamado profundamente la atención el brusco paréntesis que ha llevado al ministro a la nada. Aunque bien mirado lo de la nada resulta más que hiperbólico, pues da la impresión de haber extendido un certificado de incapacidad, que es lo último que se puede pensar de un político con un curriculum tan brillante como el que presenta Garzón.
Alberto Garzón es un grandísimo trabajador y un ministro muy bien dotado para la ocurrencia, para el ordeno y mando, para la genialidad llegado el momento de proponer y recomendar. Ningún compañero del consejo que preside Sánchez ha llegado tan lejos como él cuando se ha tratado de velar por la salud de los ciudadanos, por proponernos una vida más saludable y duradera. En ése cometido sus aportaciones han sido tan constructivas como esenciales.
La pena es que un político de tanto peso y talento haya sido desaprovechado adjudicándole un ministerio que es todo menos un ministerio. En un departamento líquido, con escasas responsabilidades, no puede estar nunca un hombre muy preparado al que se le agolpan las ideas hasta desbordarse en una cabeza que da muchísimo juego. Quizás porque el traje ministerial no se ajusta a sus medidas y capacidades Garzón ha optado por lo más aconsejable, que es no hacer nada. Y eso es lo que lamenta profundamente Javier Lambán y la mayoría de españoles. ! Que pena de genio malgastado…!