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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Alta sastrería en el Congreso

27 de marzo de 2023

Sesión solemne en el parlamento español. Máxima expectación dentro y fuera del recinto. Jornada de gala y brillo político. Desfilan por sus pasillos perfectamente uniformados ujieres, ordenanzas y demás personal que dan empaque al escenario. La estampa de las cortes y sus funcionarios transpira seriedad y elegancia. Y el ciudadano debe sentirse orgulloso al contemplarla.

Acto seguido van llegando sus señorías a los puestos que tienen asignados. La secuencia cambia por lo variopinta y llamativa. Algunos de los diputados se han declarado anticorbata por ser una prenda trasnochada y burguesa. Otros se presentan con camisa y arremangados, listos para hacer deporte. Los hay que exhiben en sus camisetas leyendas contestatarias propias de una manifestación popular. No faltan los de las chupas de cuero en plan motorista. Y pueden verse americanas que no pisaron una tintorería en años. Los que responden a tales indumentarias, de las que se muestran muy ufanos, tributan un homenaje entusiasta a la estética del desaliño y el mal gusto, sin llegar ni por asomo a aquello de la arruga es bella.

Esta es la alta sastrería que distingue a buena parte de nuestros congresistas. Tipos que de señoría no tienen nada salvo el título y cuyas estampas personales encajan mejor en una sesión circense que en el marco de respeto y seriedad que simboliza el edificio donde reside la voluntad ciudadana.

Creo que somos muchos los españoles que, aunque sólo fuera por respeto a los empleados de la cámara, les rogaríamos a quienes son nuestros representantes que vistieran con decoro, que no hicieran alarde de mal gusto, que tuvieran una brizna de vergüenza y se dejaran en casa ésa especie de disfraces que los descalifican estéticamente como intérpretes de la política. A la que de palabra, obra e imagen están degradando de forma altanera y continuada. Y, por si fuera poco, están acabando con los sastres como profesión. La alta sastrería en crisis por la actitud chulesca de unos tíos que han hecho de la política un ejercicio grosero. En el más amplio de los sentidos.