Continuidad dice el diccionario que es calidad de las funciones que se desarrollan. En román paladino significa eficacia, fidelidad a unos propósitos, asunción de una responsabilidad que se ejerce con garantías. Pues todo éso es lo que ha permitido a Pepe Vall continuar otros cuatro años al mando de ANESAR, que al final de la corrida se convertirán en un total de quince lo que ya es palabra mayor asociativamente hablando.
Vall ha contado para repetir con el respaldo unánime del empresariado de salones. Que ha sabido valorar su trabajo y, sobre todo, que lo ha hecho en una época particularmente dura para el subsector muy atacado en diversos frentes. No está siendo una presidencia cómoda la suya, en la que ha sido preciso arremangarse, tirar de coraje y de razones para salir al paso de tanta insidia como se ha volcado contra los salones. Que se ha generalizado en la medida en que una parte de la clase política se ha encargado de encender la mecha para que prendiera pronto el fuego del escándalo, de la mentira, los escraches y demás acciones violentas auspiciadas desde la órbita de un espacio político con nombres y apellidos.
Estas circunstancias y el dar la cara cuando la oportunidad así lo ha pedido, dándola además con la cabeza alta y sin los complejos que tanto abundan, certifican la permanencia de Vall en ANESAR. Ante tanta turbulencia, ruido y trompetería mediática se imponía la serenidad, el no perder los estribos, aunque motivos había para ello, y apelar a los razonamientos con datos y acciones. Con voluntad de mejora y garantías de responsabilidad puestas de manifiesto cuando la ocasión así lo ha requerido. Ahí ha estado, a las verdes y las maduras, Pepe Vall ganándose a pulso la continuidad en ANESAR. Que dicho sea de paso, no es ningún regalo. Si acaso envenenado.