Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Saber estar

22 de diciembre de 2025

Uno, desde la atalaya de sus muchos años, ve discurrir la vida con una cierta sensación pesimista. Una sensación que viene derivada de las actitudes y modos empleados por muchas gentes que no se parecen en nada a lo que estaba acostumbrado. A lo que me enseñaron mis padres, a lo que aprendí en el colegio y de lo que me fije viendo actuar a personas mayores que eran modelo de saber estar, de comportamientos excelentes y de suma elegancia en el trato con los demás.

Saber estar y actuar. Este es un ejercicio que un clásico diría de urbanidad que muchísima gente no practica entre otras razones porque desconoce por completo sus contenidos, que son los que definen las pautas del comportamiento. Un elevado porcentaje de la sociedad actual ignora o desestima las reglas que hacen agradable la convivencia. Las normas elementales que convierten la relación social en un intercambio de actitudes y palabras que sirven para acercarnos gratamente a las gentes de nuestro entorno familiar, de amistad o de trabajo.

Este ideal se quiebra más de lo debido por la propensión de muchos tipos y tipos a ignorar deliberadamente el catón de la buena crianza. Ese pasar por encima de lo que algunos, o muchos, consideran que son tratados del comportamiento humano superados por un sentido de la modernidad que piensan dejó muy atrás el manual de las formas correctas. Algo que les mueve a la risa cuando no a la chacota. Unas maneras de entender la convivencia que rechazan por considerarlas herencia de un pasado muy superado por otros planteamientos más acordes con la realidad social de nuestros días.

Igual estoy en un craso error. Igual soy hijo de un pretérito que huele a alcanfor y despide aromas rancios. Puede ser. Pero sigo ignorando el saber estar de gentes que desempeñan muy altas responsabilidades y que no tienen ni idea de lo que es cortesía, modales elegantes y tacto sensible en su cotidiana convivencia. Que han hecho de la altanería y el mirar por encima del hombro una doctrina permanente. Y que incluso se mofan de aquellos que todavía somos fieles cumplidores del libro de las buenas costumbres. Son éstas, las memorias de un setentón largo. Y perdonen la disquisición.