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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Ministerio Antijuego

11 de diciembre de 2025

No acierto ha comprender como todavía hay gentes del sector que se sorprenden o cabrean ante las actuaciones del ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 cuyo titular es don Pablo Bustinduy. Hay que caer en la cuenta de que el citado departamento adquirió la denominación de ministerio Antijuego desde que accedieron a su poltrona mandatarios de ideología comunista, todos muy progres ellos. El anterior responsable, don Alberto Garzón, un prodigio de mente en ebullición permanente de la que salían las más solemnes tonterías ya se encargó de hacer honor al citado título protagonizando las mayores barrabasadas contra el juego privado, el público, ojito, no había ni que rozarlo.

A estos presuntos progresistas que son la antítesis de la cosa por su pertinaz idea de devolvernos a la gresca política y la lucha de clases, los pirra la demonización del juego, el que está en manos de los empresarios que crean empleo y engordan la Hacienda de todos. E inspirados por ésa inquina no dudan en manipular, mentir, hacer de lo anecdótico un problema morrocotudo y recurrir a las trampas que hagan falta con tal de echar porquería contra la actividad. Es uno de sus deportes favoritos, en el que suelen aplicarse con tantísima dedicación como carencia de argumentos sólidos y dignos de ser considerados.

La dirección general que se ocupa del asunto en el ministerio Antijuego , que tiene por responsable a Mikel Arana, no alberga otro cometido que no sea zurrar al sector, desacreditarlo, inventarse análisis alarmistas y maltratar a los empresarios como causantes de la extensión de una lacra que hay que extirpar. Chitón sobre las desaforadas campañas publicitarias de SELAE y ONCE que incitan al consumo desenfrenado. Silencio y cinismo en dosis dobles. Rostros de cemento para torear el tema. Hipocresía a raudales y vista al frente.

El ministerio Antijuego y sus responsables están en sintonía. Con un gobierno cuya línea maestra de actuación es la mentira elevada a la máxima potencia. Un relato mentiroso en el que se ejercitan con entusiasmo y fervor los adoradores del mentiroso número uno. ¿ Les digo quién es ? Quizá, ya se lo saben.