Hace cerca de cuarenta años me subí a una mesa sectorial, creo que la cita tuvo lugar en Alicante, para abordar la problemática existente. Yo estaba en aquélla época «tiernecito» en materia de juego. Me dedicaba a observar, analizar y extraer conclusiones. En la época que cito, primera etapa tras la legalización de la actividad, al sector se le zurraba de lo lindo. Me vienen a la memoria reportajes de la desaparecida revista CAMBIO 16, con los hermanos Franco y Lao en portada mientras llovían del cielo millares de moneditas procedentes de las máquinas. El reportaje en cuestión, de corte muy sectario, se explayaba a fondo en su crítica feroz contra la instalación de máquinas en hostelería. Realicé una contraofensiva a través de EJUVA la publicación que puse en marcha. Luis Miravilles, el científico español que llevaba los temas de comunicación en CIRSA, me lo agradeció muy vivamente en nombre de la familia Lao. Los Franco guardaron silencio. Se lo comenté, años después, a Joaquín.
Volviendo al asunto de mi intervención en Alicante expuse mi postura frente a los ataques inmisericordes que estaban recibiendo los empresarios. Y dije que había que despojarse de complejos por parte de los operadores. Existía una especie de culpabilidad asumida de la que era preciso despojarse ante el desempeño de un ejercicio empresarial tan respetable como cualquier otro según mi leal saber y entender.
Han pasado muchos años desde entonces. La situación de hoy es muy otra pero en el ánimo empresarial, lógicamente en menor medida que antaño, continúa vigente un cierto complejo de inferioridad, un parapetarse tras el silencio, un rehuir la comparecencia en el escenario público en defensa legitima de los intereses que les afectan directamente. En los foros externos, en los medios informativos son los profesionales los que asumen la portavocía del sentir de la industria. Y lo suelen hacer con tiento y sin estridencias que tampoco resolverían nada. Se continúa echando de menos la voz alta, fuerte y con los conocimientos precisos del empresario que sale y habla para protegerse su parcela, muchas veces vapuleada con tanto radicalismo como inquina. El complejo empresarial, si quieren aminorado, continúa presente y latiendo en el sector. Negarlo es huir de la realidad. Pública y notoria.






