Días pasados fui espectador a ratos de un espectáculo insufrible que descalifica a buena parte de nuestra clase política. Hablo del acoso y derribo al que estuvo sometido Carlos Mazón, que comparecía ante una presunta comisión de investigación. Aquello de investigación no tuvo nada. Resultó un pretexto para que unos cuantos personajillos, y personajillas, vivieran su momento de gloria para lanzar una catarata de insultos sobre el todavía presidente valenciano. Se le llamó asesino, miserable, psicópata y otros gruesos calificativos y hasta se insinuó que estaba preso de la lascivia la tarde de la trágica Dana. Nunca el parlamento español, desde que se instauró la democracia, fue escenario de un ataque tan vil y tan indecente como el protagonizado por unas supuestas señorías sin formas, ni formación, ni educación que no hicieron otra cosa que llenar de fango y sectarismo el espacio destinado al debate serio y responsable.
Me apresuro diciendo que considero que Mazón cometió en la jornada de la catástrofe errores muy graves. Y que si algo dejó claro con su actuación en el día de autos es que no tuvo, ni mucho menos, la talla política exigible a un gobernante en situaciones críticas. Tamaña incapacidad manifiesta se ha saldado con el fin de su carrera política.
Dicho ésto me parece alucinante el hecho, que ha tomado cuerpo en buena parte de la sociedad, de proclamar a Mazón único y exclusivo culpable de la tragedia. Sólo él y nadie más que él. Y me pregunto: ¿ En una catástrofe de las dimensiones de la registrada en Valencia nada tenía que decir y hacer el presidente del gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón?. ¿ Estaba exento de responsabilidades el principal mandatario de la nación?. ¿ Es lógico que el líder del Ejecutivo se quedara al margen de un suceso de proporciones devastadoras ?.
El relato impuesto por la izquierda certifica que sólo ha quedado un muñeco para practicar el pim-pam-pum político que se llama Mazón. Ni rastro de reproche alguno para el Sánchez que, tras su cobarde huida de Paiporta, se emboscó y nadie lo menciona.
Así se resume el guión escrito con mano maestra y sectaria que ha servido para la cacería implacable de Mazón. Un guión propagado diestramente para convencer y entusiasmar a una parte de la ciudadanía narcotizada y satisfecha de su narcotización. La otra parte sólo puede desesperarse o resignarse ante una oposición lenta y contradictoria en sus reacciones y víctima de sus complejos. Y entretanto un país viviendo una etapa realmente vergonzosa.






