Si hay un sitio en Valencia para exaltar los sentidos y hacerte un homenaje gastronómico se llama Taberna Alkázar. Soy cliente de la casa desde hace más de cincuenta años y cuando voy me siento como en la mía propia. He conocido a tres generaciones de la familia propietaria que han mantenido en lo alto su amor por una hostelería bien trabajada y mejor tratada. Evoco la figura del fundador de la dinastía, don Agustín Álvarez, a pie de obra en la barra, con su chaquetilla inmaculadamente blanca, junto a su mano derecha Nazario, que llevaba en la sangre su pasión por el oficio. Luego vino la etapa de Isabel Álvarez, feliz continuadora al lado de su esposo, mi amigo Jorge Fernández, para desembocar finalmente en los actuales gestores, Isabel, como su madre, y su pareja Santi, que forman un dúo encantador y entusiasta.
Taberna Alkázar se ha distinguido siempre por el producto seleccionado de su oferta. Y por un servicio que sentó cátedra de diligencia, de pequeñas atenciones y de lograr que el cliente se sienta muy a gusto. Con Nazario al mando he conocido allí a camareros que hacían de su trabajo un ejercicio impecable de saber estar, de cuidar el detalle, de conocer a fondo los gustos y manías de cada cliente. Estaban todos ellos doctorados en psicología hostelera y acumulación de experiencias. Al evocar aquélla plantilla me vienen a la memoria sus nombres: Fausto, Antonio, Juanito, Miguel y mi querido Paco. Figuras señeras de una hostelería que en materia de servicio es en la actualidad pura nostalgia.
Heredera directa de tan acreditados profesionales es en la actualidad Asmah Abdeselam Ahmed, que no sólo siguió las pautas de comportamiento de sus antecesores sino que en algunos aspectos ha subido el listón. Asmah es hoy el corazón laboral de Taberna Alcázar. La persona que vive el negocio como propio y se entrega a su quehacer cotidiano con renovado entusiasmo cada día que pasa. En cualquier circunstancia la encuentras con la sonrisa en los labios, con la palabra afectuosa, con la dispensa de un trato cordial hacia el público que, siendo proverbialmente muy afectuoso, mide con acierto las distancias para no traspasar ninguna barrera. Es Asmah la última representante de una generación de trabajadores de hostelería que han sentido el oficio en lo más profundo de su ser, que no les ha importado ni el tiempo ni el esfuerzo con tal de cumplir con las reglas de oro que marca la profesión y que cada vez se echan más de menos.
Nunca agradeceré bastante la presencia en un restaurante de gentes como Asmah Abdeselam Ahmed cuya vocación desprende calidez humana en cada servicio, formas exquisitas y un don natural para convertir al cliente en el universo de su atención. Por éso ella es por derecho a día de hoy corazón y vida de Taberna Alkázar. El lugar al que vuelvo con la ilusión del primer día.






