Pregunta el periodista: «Las investigaciones que están llevándose a cabo por parte de la guardia civil apuntan a que podría haber una financiación ilegal de su partido, ¿ que me dice al respecto?». Respuesta del ministro:
«Conviene estar preparados para parar en seco las embestidas de la ultraderecha en materia de recortes sociales algo que no vamos a consentir.»
Sigue otro reportero poniéndole el micro a la portavoz del gobierno para conocer su opinión y le suelta: «¿ Cual es la causa de que el ejecutivo no felicite a Corina Machado con motivo del Nóbel de la Paz?» Y ahí va la respuesta: «Nosotros estamos abanderando a escala internacional la defensa del pueblo palestino, de lo que nos sentimos francamente orgullosas y orgullosos.
Tercera ronda con otro integrante del equipo ministerial. Quiere saber el plumilla: «¿ Hasta cuándo van a prolongarse las concesiones a catalanes y vascos en detrimento del resto de territorios autonómicos ?» Y ahí va la perla verbal: «La derecha y la ultra, que están en clara sintonía, ni proponen nada ni tienen programa. Nosotros somos la garantía del bienestar social que disfrutan los españoles.»
Podíamos seguir citando centenares de ejemplos de idéntico signo. No se contesta a nada que resulte comprometedor o desasosegante para los que mandan. Sucede con la prensa y con la oposición. A los partidos opositores se les responde atacándoles y eludiendo los temas objeto de debate. Y a la prensa se le dispensa idéntico tratamiento o sea con respuestas que no guardan relación alguna con aquello que los medios quieren saber.
La España política se ha convertido en un escenario de sainete sin gracia. Los diálogos, si es que pueden calificarse de tales, entre los que mandan, los que aspiran a mandar y los llamados a informar son propios de besugos e impropios de una democracia seria. Todo lo que acontecer en la política de hoy es cachondeo verbal, histrionismo, falta de respeto a la ciudadanía e insulto a su inteligencia. Una inmensa tomadura de pelo al pueblo soberano buena parte del cual asiste, entre perplejo y cabreado, a la escenificación de un espectáculo grosero que descalifica a sus protagonistas.
Por cara duras, mentirosos y desprovistos de las condiciones mínimas exigibles para llevar las riendas de un país, harto ya de tanta desconsideración hacia sus contribuyentes. Si bien muchos, hay que decirlo están más que contentos con el relato. Vaya que sí.