La creciente popularidad de los Rascas de la ONCE, tanto en formato físico como digital, plantea serias preocupaciones sobre la adicción al juego y sus efectos en la salud mental de los jugadores. La forma en que estos juegos están diseñados, con un enfoque en la inmediatez y la gratificación instantánea, los convierte en una forma de entretenimiento que puede ser engañosamente adictiva.
Los Rascas operan bajo principios psicológicos que fomentan el comportamiento adictivo. La arquitectura de estos juegos está diseñada para maximizar la dopamina, creando un ciclo de recompensa que puede llevar a la impulsividad y a la pérdida de control. Esto es especialmente preocupante en un contexto donde la ludopatía se considera una adicción sin sustancia, con síntomas que pueden ser devastadores para la vida personal y profesional de los afectados.
El diseño gamificado de los Rascas, que incluye un bajo coste por jugada y la frecuencia de premios pequeños, genera una falsa sensación de control y éxito. Este refuerzo intermitente, donde los jugadores experimentan pequeñas victorias que los mantienen enganchados, es un mecanismo poderoso que puede llevar a la repetición compulsiva del comportamiento de juego. La normalización del juego a través de plataformas accesibles y la estética inofensiva de los Rascas contribuyen a que muchos jóvenes no reconozcan el riesgo que implica.
La exposición temprana al juego, especialmente entre los menores de 25 años, es alarmante. Con un 25% de los jóvenes en Aragón expuestos al juego, el riesgo de que crucen la línea hacia la adicción es significativo. La publicidad agresiva y la disponibilidad constante de estas plataformas en dispositivos móviles exacerban el problema, facilitando que el juego ocasional se convierta en un comportamiento compulsivo.
Es crucial que se implementen medidas de prevención y concienciación para abordar estos problemas.




 
	









