OPINIÓN: No todo el juego es dinero

| 8 de julio de 2025

Alejandro Landaluce, director general de CEJUEGO, ha escrito un artículo de opinión en LA VANGUARDIA.

Si saliéramos a la calle y preguntáramos a los ciudadanos de a pie con qué asocian ellos la palabra juego, la respuesta seguramente sería dinero. No es del todo una percepción falsa, puesto que, en España, el sector privado emplea a más de 46 mil trabajadores y contribuye con más de mil millones de euros en impuestos. Es por eso que resulta difícil no pensar, en la sociedad actual en la que vivimos, en el factor económico cuando queremos divertirnos, aunque el término “jugar”, en su sentido más pleno, va mucho más allá de lo puramente monetario.

El juego, como decía el filósofo e historiador neerlandés Johan Huizinga en su célebre obra Homo Ludens, es más viejo que la cultura. Y, precisamente, por su antigüedad y relevancia, ha sido objeto de reflexión a lo largo de los siglos. Ya en la Grecia clásica, Platón hablaba del juego como un instrumento que hay que potenciar desde que somos pequeños. Su discípulo Aristóteles también quiso aportar su granito de arena asegurando que tenía poder medicinal al proporcionar placer, descanso y relajación.

Ya en la Grecia clásica, Platón hablaba del juego como un instrumento que hay que potenciar desde que somos pequeños

Y, aunque ese componente lúdico y formativo es algo característico del juego, este también cuenta con otra dimensión: la del riesgo. Jugar es apostar, sí, incluso con dinero, pero ni eso es siempre así ni tiene por qué ser negativo. Podemos arriesgarnos desde el punto de vista económico, pero también podemos hacerlo por un proyecto vital, por otras personas… donde la valentía y el coraje van implícitos. Dejadnos deciros que, si no fuera por esto, el juego, en su más pura esencia, no seguiría vivo.

Y de mantenerlo en activo ya se encargaron generaciones pasadas. La verdad es que no deja de asombrarnos que desde los orígenes de la humanidad el juego y el riesgo estuvieran tan presentes. Podemos verlo de forma muy clara hace millones de años cuando los primeros homo sapiens decidieron que era hora de superarse a sí mismos y comenzar a andar. A partir de entonces, el ser humano ha continuado sorteando obstáculos para lograr su mejor versión. Desde prácticas como el alpinismo o la escalada, pasando por quien se pondrá delante de un toro estos Sanfermines, hasta personas que emprenden un negocio o que se enfrentan a alguna enfermedad, todos comparten una misma cualidad: el valor de arriesgarse para superar sus propios límites.

El deseo de tener un ganador nos impulsa a confiar en un determinado desenlace, en el que el dinero no siempre es lo más importante

Aunque hoy el contexto sea distinto, la esencia del juego popular sigue estando ahí. Lo notamos cada verano en todas esas personas que vuelven a sus pueblos y de nuevo se reencuentran con plazas repletas de gente jugando a partidas de cartas o de bolos. No importa nada más; solo jugar por jugar y pasárselo bien en compañía de amigos y familia. Sin ir más lejos, aquí, en la tierra de los calçots y castellers, todavía permanecen algunos juegos tradicionales como los bitlles catalanes (bolos a la catalana), practicado por más de 2.000 personas y con más de 100 clubes. En esta popular actividad, se puede observar a amigos y familiares con los nervios a flor de piel, no sabiendo quién va a ganar y animando a los competidores. El deseo de tener un ganador nos impulsa a confiar en un determinado desenlace, en el que el dinero no siempre es lo más importante.

Así que, sí. Jugar no tiene por qué estar siempre ligado a lo estrictamente monetario. Siempre quedarán tradiciones populares de antaño que nos recordarán el verdadero significado de la palabra: diversión, emoción, y el simple placer de compartir juntos.