El acto de jugar a la lotería y los juegos de azar en general puede estar motivado por diversas razones y tener diferentes implicaciones desde la perspectiva psicológica. Así lo señala la psicóloga Consuelo Cuenca Velasco, psicóloga sanitaria-forense y presidenta del Colegio Oficial de Psicología de Segovia:
Existen varias motivaciones para jugar a la lotería. Como entretenimiento y diversión; buscar un escape de rutinas o situaciones complejas; socializar con otras personas; seguir tradiciones, como en Navidad y la esperanza de ganar grandes premios para mejorar la calidad de vida.
Se pueden enunciar factores que aumentan el consumo de lotería. Mayor disponibilidad y variedad de juegos, incluyendo plataformas en línea; impacto de la publicidad, tanto directa como subliminal y situaciones de incertidumbre económica que llevan a buscar soluciones rápidas o esperanza en premios.
Desde la psicología, se analizan los pensamientos y creencias que llevan a las personas a jugar, como la ilusión de control: creer que se puede influir en el resultado. También el pensamiento mágico: rituales o amuletos que supuestamente aumentan las probabilidades. Falacia del jugador: creer que tras varias pérdidas llegará una ganancia. Presentimiento de ganar pronto para recuperar pérdidas. Creencias en la familiaridad o representatividad de ciertos números. Enfocarse en frecuencias absolutas o aciertos. Confusión entre suerte y azar, por ejemplo, pensar que la racha ganadora continuará.
¿Puede jugarse a la lotería con responsabilidad?. «Sí, jugar puede ofrecer esperanza y distracción positiva, siempre que se mantenga un enfoque realista y responsable. Es fundamental establecer límites claros, entender que no es una inversión, y no jugar para recuperar pérdidas. Es recomendable diversificar las formas de diversión y no convertir el juego en una necesidad», destaca la psicóloga.
¿Cuándo el juego deja de ser inofensivo y puede convertirse en un problema? El problema surge cuando el hábito se vuelve frecuente y reiterado, generando dependencia y afectando aspectos psíquicos, relacionales y sociales. La pérdida de control, la evitación de consecuencias y la interferencia en la vida cotidiana son signos de una posible adicción. Aunque inicialmente puede parecer inofensivo, si el juego empieza a afectar la salud mental y las relaciones, se considera patológico y requiere atención.