Jesús Franco Muñoz, un hombre vitalista, emprendedor como pocos, trabajador vocacional desde que era un chaval, poseedor de un espíritu indomable que se vió obligado a superar o vencer no pocas dificultades a lo largo de su apasionante existencia es hoy el último gran representante de la historia del recreativo español. El testigo privilegiado de un despegue sectorial del que él se erigió en uno de los principales protagonistas contribuyendo con sus aportaciones e iniciativas a poner en pie un imperio y, de manera muy particular, al levantamiento y consolidación de la industria de las máquinas recreativas a la que su nombre está para siempre íntimamente ligado por ser uno de sus máximos artífices.
Desde la legalización del juego en España el desarrollo y evolución de la actividad es obra esencial de unos pocos nombres. Tipos peleones y avispados que las cogían al vuelo y habían acumulado conocimientos en la universidad de la calle, que tanto ilustra y enseña al que de verdad está dispuesto a empaparse de las lecciones de la vida. A ésa generación de personajes que fueron forjándose y adquiriendo experiencia desde la barra de un bar y a la sombra de un pinball pertenece Jesús Franco, que pronto experimento las primeras inquietudes, junto a su hermano Joaquín, de las posibilidades de entretenimiento que se desprendían de unas maquinitas que en los años 60 y 70 se hacían muy presentes en la hostelería y acaparaban la atención y diversión de sus clientes. Esas fueron las raíces, ahí empezó todo pero hay en medio de la aventura una peripecia humana y profesional de tanta trascendencia como lucha abierta contra múltiples aspas de molino que no cesaban de girar en contra de proyectos e iniciativas.
Desde aquél pasado incierto y rebosante de incógnitas se ha deslizado casi medio siglo por los raíles del tiempo. Y Jesús Franco continúa ajeno al desaliento al frente de R.FRANCO, la empresa que es su obra y su vida, a la que ha engrandecido y por la que se ha sacrificado. Es un ejemplo de empresario cabal que mantiene en lo más alto una ilusión inmarchitable por el recreativo y una voluntad de eterna permanencia en el sector de sus amores.
Si no fuéramos tan cicateros hace tiempo que el juego español habría tributado un homenaje nacional de admiración y afecto a la figura impagable de ése último mohicano del recreativo que es Jesús Franco Muñoz. Y para el que desde SECTOR DEL JUEGO reclamamos la celebración de un merecido y más que justo reconocimiento unánime.