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A propósito de alarmas sociales

A propósito de alarmas sociales

Artículo de Hermes Lopato, profesional del sector del juego.

Llevamos tiempo advirtiendo de la radicalización y demagogia de la publicidad negativa entorno al sector del juego, y como bien es sabido el foco se ha puesto últimamente en los salones aunque mucho me temo que no terminará allí la cosa.

Desde el punto de vista de la Administración cabe pedir en primer lugar cautela y racionalidad para no dejarse llevar por impulsos reguladores que terminen desencadenando en medidas que busquen más aplacar el fervor enardecido de una opinión publicada (que no pública) en contra de lo que autodenominan “lacra del juego” y que estarían encantados de que la actividad estuviese prohibida. Bien es cierto que en tiempos de inestabilidad política y en plena antesala de año electoral es más fácil buscar el titular que se convierta posteriormente en rédito de cara a la sociedad, pero eso no puede ser a costa de difamar a todo un sector económico como es en este caso el sector del juego. Ya se ha recalcado en varias ocasiones la fuerte regulación que prima sobre el sector, la misma que ha convertido a la normativa vigente en nuestro país en la envidia del resto de reguladores europeos. Pero también sabemos que somos un país especialmente bueno en resaltar los aspectos negativos y poco dado a promover los positivos. Lo que no se puede pretender a estas alturas de la película es hacer creer a la gente que el juego en este país camina sin la suficiente regulación y control porque eso es sencillamente mentira.

Cuando la administración habla de endurecer la normativa vigente para proteger especialmente a menores y a jugadores problemáticos no debería plantearlo como si eso no se contemplase en la normativa actual sino más bien como una medida de refuerzo a lo que ya existe y funciona, pues saben bien (y si no lo saben es un problema serio) que los casos de menores y jugadores problemáticos representan un porcentaje ínfimo. Cualquier regulación es susceptible de ser mejorada, sobre todo teniendo en cuenta que los tiempos cambian, a veces incluso mucho más rápido de lo deseable para adaptarse a la nueva realidad. A pesar de ello pretender modificar el marco regulador bajo el impulso del alarmismo infundado e incluso promovido por la mala fe no parece lo más recomendable.

La administración tiene un papel fundamental a la hora de transmitir a la sociedad la normalidad del sector del juego y el cumplimento del mismo con un marco regulatorio que precisamente ayuda a controlar y minimizar gran parte de los problemas que se pretenden elevar a la categoría de “catástrofe”. El hecho de que se considere políticamente incorrecto hablar bien del sector del juego (como si por ello uno uno fuese a convertirse en amigo de la mafia) no debe ocultar la realidad de los datos y que estos se difundan para confrontar las falsas noticias, pero lamentablemente parece ser que eso es mucho pedir ya que puestos a mojarse muchos temen ahogarse.

Desde el punto de vista sectorial se echa en falta una mayor anticipación de los hechos, pues buena parte de lo que está sucediendo ya se veía venir desde hace tiempo. Valga un ejemplo con el famoso control de acceso que ya se está proyectando en los salones, pues teniendo en cuenta el tipo de establecimiento y la oferta de juego lo normal hubiese sido adelantarse y establecer desde hace tiempo mecanismos de control de entrada, pero claro a fuerza de repetir que unos establecimientos son diferentes a otros se ha terminado por fomentar la idea de que en un salón pueden entrar incluso menores, lo cual no puede ser más falso. En este sentido es fundamental la labor de las diferentes asociaciones sectoriales para transmitir tanto a nivel interno (asociados) como a nivel externo no solo las necesidades del sector sino también sus fortalezas e implicación social. Sabemos el grado de cumplimiento normativo de las empresas, su responsabilidad social siendo los primeros en hacer suyos los posibles problemas que puedan derivarse de la actividad y aplicar medidas para afrontarlos, las magnitudes económicas (empleo, aportación al PIB, impuestos, etc.) pero por alguna razón todo lo realizado no alcanza para reflejar la realidad del sector, lo cual debería abrir una seria reflexión sobre cómo se está llevando a cabo la labor comunicativa y si es suficiente con lo que se está haciendo.

En tiempos donde cualquier noticia puede convertirse en viral independientemente de ser cierta o no el sector no puede permitirse alimentar todo aquello que pretende deteriorarlo. No se puede entender que una actividad que está perfectamente regulada, implantada y normalizada muestre cierto complejo de existir y opte por el silencio cuando se está creando alarma social entorno a la misma. Y mal harían unos pensando que eso no les afecta porque su actividad dentro del juego es otra, pues lo que se está empañando es el prestigio de todos, independientemente de que sean salones, bingos, casinos, apuestas, etc. Todos somos parte del juego.


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