Pasaje a la felicidad
Confieso estar hasta el gorro de la publicidad de la lotería de Navidad. Y eso que por higiene mental procuro ver mínimamente la televisión. Si me aventuro en algún momento de la noche por hacer un rápido recorrido por distintas cadenas me encuentro, inevitablemente, con los consabidos spots de loterías. Con los rostros trágicos de unos hermanos que no se han visto la tira de años; con la parejita exultante que se abraza con un décimo en las manos; con la vieja fábrica y el tren que se aleja para propiciar el feliz reencuentro. Historias sensibleras, lacrimógenas, de corte folletinesco y que tratan de jugar burdamente con las emociones de los espectadores.
El ministerio de Consumo, que lidera don Alberto Garzón, se dio prisa por acelerar los trámites de un decreto que recorta hasta la exageración la publicidad del juego privado en televisión y lo reduce a la mínima expresión. Considero que se imponía una racionalización de ésos mensajes, poner unos diques de contención. Pero sin caer en los extremos que es lo que ha sucedido.
Y entretanto el bombardeo televisivo de loterías no cesa. Y se hace reiterativo, empalagoso, indigesto e insoportable. Y cabe preguntarse desde la ingenuidad: ¿ ésta campaña desaforada que no respeta franjas horarias en la pequeña pantalla no es una invitación insistente al juego, no incita, no puede crear adicción, no estimula, no entraña peligro, es publicidad blanca ? A lo mejor me responden que no enrede. Que esto, dirán, es un pasaje a la felicidad, previo pago por supuesto.
Comentarios: 0. Leer/Enviar Comentarios
Anteriores
¿A qué estamos jugando?
El sueño de Las Vegas
Castigar al juego
Los vinos de Pilar Casas y Pepe Ballesteros
Bienvenida, sin reparos, a 2021
Luces de Navidad
Lo que no se dice
Perversidad
Renglones torcidos
Adiós al "Gordo" y a lo que sea