Un millón de lágrimas
Loterías se ha gastado casi un millón de euros en la campaña publicitaria del sorteo de Navidad. Y ha metido en nuestras casas una sucesión de imágenes familiares que procuran tocar las fibras sensibles, que estimulan las emociones con reencuentros de seres queridos y hablan de ilusión, de sueños compartidos y de promesas de felicidad que se materializan en el billete de lotería enviado por correo desde muy lejos y convertido en el regalo tradicional para dibujar castillos en el aire. La publicidad de Loterías nos llega envuelta en el papel de un guión que juega con el factor emocional e incita a las lágrimas.
Me parece estupendo que Loterías recurra a los procedimientos que estime oportunos para la venta de su producto estrella. Goza de manga ancha y dispone de dinero para hacerlo. Otro cantar es que cuando tanto se habla y se decide para restringir al máximo la publicidad del juego privado se hagan por parte del estado exhibiciones un tanto obscenas del juego público. Mediante una campaña, en el caso que nos ocupa, de machaqueo continuo en prensa, radio y televisión. Particularmente en la pequeña pantalla el bombardeo es tan continuo como empalagoso.
No responde a un mínimo criterio objetivo condenar la publicidad del juego privado a unos horarios televisivos sin espectadores y alardear a todas horas y en todas las cadenas con los personajes de la Navidad que invitan a las lágrimas. Nada menos que un millón de lágrimas. Todo excesivo.
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